En un décimo piso, por cuarto unas ventanas. Orchard Street. Siete de la mañana de un domingo pintado de verano. Desde la cama se divisa cemento. Mucho. También la torre de la libertad, edificio algo mundano que poco tiene que ver con aquellas otras torres asesinadas. No estaría mal caminar hasta allí, y volver a sobrecogerse con esos dos vacíos colmados de victoria. Ladran luego cabalgamos.
En Nueva York se levanta uno saltando, ergo se levanta de la cama sin ayuda, porque no la hay. Y mientras se viste de corto, emite inexplicables sonidos frente al espejo y escucha ‘Cuando no estás’ de Calamaro. Son estas canciones las que hacen correr más rápido, las que le suben a uno la bilirrubina, si acaso bilirrubina no es la forma en que Juan Luis Guerra se dirigía a su pene, yo me temo que sí. Me sube la bilirrubina.
Uno está de visita sin turismo, y aprovecha las noches y los días para vivir la ciudad con los que sí la trabajan. La familia neoyorquina es una manada de hispano hablantes que con más o menos equipaje, aterrizaron un buen día para jugar a Will Smith vendiendo escáneres de densidad ósea en La búsqueda de la felicidad.
Hay fotógrafos, también publicistas, hay arquitectos. No puede faltar el cocinero catalán sin Facebook. Esporádicamente algún bicho raro con horarios, e incluso un modelo con luces. Y misteriosos hombres que viven de misteriosas rentas. Nueva York como patio de recreo.
En esta ciudad hay mucho tatuado, mucho tarado que grita en el desierto. Pero todos bailan una sardana de grandeza (i.e. una jota), todos tienen una historia que contar. Y mucho más que ocultar.
Si en Murcia una paisana se presenta como fotógrafo, y te dice que se llama Margarita, uno tiende a quedarse igual. Si tiene el día finge interesarse para quizás acabar descubriendo, algo inquieto, que su interlocutora ha firmado la última portada de Jara y Sedal, si es que aún existe. Yo espero que sí, añoro esa guerra de guerrillas con Interviú en las gasolineras castellanas.
Y amanece en Nueva York
Aquí ese fotógrafo nació para boxear, para llegar y tumbar a la lona los horarios, permisos de trabajo, los sueldos a fins de mes. Gancho de izquierdas para noquear el equilibrio. Ya lo decía el otro día en inglés (?) una uruguaya: “Balance is overrated”. Evidentemente si esto te lo dice una rubia sospechosamente sexy que además surfea y viste y habla sin filtros, uno lo acata como verdad universal.
Y la cantante argentina da bolos en día par. En día impar se paga los discos siendo la madre que una banquera no quiere ser. Más allá, otra rubia andaluza hace de los mercados sin turistas de la Polinesia su Triana particular. Y con muebles llega a Nueva York a seguir haciendo ruido. Y la fotógrafa de Alicante trabaja más horas de las que tiene el día, y convierte a la modelo en súper modelo con endiablados trucos.
Nadie se queja porque los quejidos quedaron atrás en el parque. En colillas y escupitajos. Y uno lo que no echa de menos son esos Noah Cicero de la vida. Les llaman hater pero yo también veo videos virales, y se me ocurre que hemos encontrado una nueva acepción para trapacero. ¿Odiar al odiador le convierte a uno en trapacero?
Sigue Andrés cantando, Y Andrés primero te lee, luego te cansa y después ya te canta.
“Vayamos pintados con sangre de los dos. Siempre.”
Amaneció hace tiempo en Nueva York
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