Lima

Airbnb en el paraíso, Barranco, Lima

Kaixo, y descorchamos!

El peligro de escribir en un tren es que los demás pasajeros sospechen que eres lamentable.

Levanto la mirada. La levanto cuando escribí esto. Yo observo agitado más allá de la ventana. Quiero decir que observaba. Mi mirada cruza el pasillo cuando se interpone la cara de ella, y piensa ella que a ella la pinto. Saca algo de maquillaje y se aplica a ejecutar lo que ha visto en las películas. En el cine de barrio. En el cine del barrio. Y abre un pequeño espejo y en mis ojos la luz refleja. Y la mirada aparto.

 

De Relays maratones y autoayuda

 

Tengo un amigo que especula con suelo y que, cada vez que le envías una foto, analiza aquellos detalles que nuestros ojos no quieren ver. Un domingo lo sufrí cuando le mandé algo que me había llamado la atención en un Relay de un aeropuerto.

Abro paréntesis para homenajear a los Relays de los aeropuertos. Aunque parece que llevan toda la vida con nosotros no salieron de Francia hasta el año 2000. Su historia se remonta a mitades del XIX, cuando a Louis Hachette, que dejó Derecho para meterse a editor, se le ocurre lanzar una cadena de librerías en aquellas estaciones de tren francesas. He ahí un genio que se merece que centros de negocio y bibliotecas lleven su nombre. Pilar Bardem tiene un auditorio en Rivas.

Un Relay es una tienda de aeropuerto donde la gente alterna pasos rápidos con pausas cortas para hojear un libro, una revista. En el aeropuerto de Haneda, en Tokio, no hay Relays. Quizás por eso uno encuentra verdaderos tochos con fotos jóvenes y perturbadoras. Los Relay tienen cierta elegancia en la oferta pero nos apuntan a todos. Viven en permanente adaptación a los tiempos. Por eso mi amigo, ignorando por completo mi mensaje, me hizo ver que aquello estaba plagado de libros de autoayuda.

No estoy puesto en el tema, pero imagino que todos, los libros de autoayuda, gravitan alrededor de frases que suenan bien, como el título que precede a la biografía de Leopoldo Fernández Pujals, fundador de Telepizza (gracias), brillante hombre de negocios, y también amigo de la ingeniería fiscal de las islas Cayman. Dice así:

“Apunta a las estrellas y llegarás a la luna”. O como decían nuestras madres; ve a por el diez para asegurarte el ocho.

Ha caído en mis manos otro librillo autobiográfico. Se titula ´Iron Mind´y lo escribe un tipo llamado Enhamed Enhamed. Enhamed Enhamed es el mejor nadador paralímpico de la historia, pero sobretodo es alguien de 28 años que entiende bien, sin fisuras, cómo funciona el mundo. Vive a caballo entre California y España, donde pasa sus días perseverando en su objetivo de mejorarnos a nosotros, los mortales. Ahora se ha propuesto sacar para siempre del parque a los chavales que más jodido lo tienen, y si fue capaz de correr un Iron Man (una carrera eterna a nado, pedales y pie cuya existencia no alcanzo a entender) y de ser el primer ciego en terminarlo, parece improbable que no vuelva a tener éxito.

Quizás a esos adolescentes Enhamed les aconseje fijarse metas más modestas, como correr un maratón. Uno corrió hace poco el maratón de Tel Aviv. Meses antes supo que lo acabaría cuando el amigo analista de fotografías le regaló otro libro, ´De qué hablo cuando hablo de correr´, de Murakami. En la página veinte el autor se inmola cuando desvela lo que necesitas saber y de forma inexplicable responde a su propio título. Cuando corro, viene a decir, no pienso en nada. Ahí supe que el librito no daba para más y también supe que se podía, que 3 horas 50 corriendo sólo necesitaban de disciplina durante unos meses, apretar los dientes y repetir el mantra que cambia el mundo todos los días: “Por mis cojones”.

En un maratón se sufre. De hecho es un ejercicio con un final bastante penoso y desagradable. Pero la gente cruza la meta sonriendo, llorando y santiguándose, como se marcan las casillas importantes de una vida. Y se propone, la gente, retos más inverosímiles que les hagan revivir ese ´flow´ del que habla Enhamed. Ese estado de trance que alcanzas durante varios kilómetros en los que la mente pasa a blanco y los pies flotan.

Si correr está tan de moda es sin duda mérito de Nike y de los que allí mueven los hilos para convencernos de hacer deporte. Pero el porqué de las distancias maratonianas, de los iron man y demás cosas raras, es más profundo.

Por un lado está el contrato firmado con uno mismo, el saberse y quererse capaz. Pero no estamos hechos para sufrir. Sin embargo, en nuestra almohada occidental, todo son emoticonos que sonríen y mandan besos en forma de corazón. Necesitamos, la gente, sabernos vulnerables. Saber que podemos sufrir y que, en la desesperación del kilómetro 35, nos podemos encomendar a algún Dios para que nos ayude a cruzar la meta.

Mientras en Relay se frotan las manos con los libros de autoayuda y no hay alcalde de pueblo que no quiera organizar su maratón, las iglesias se llenan de polvo.

Y rescato una frase que a Enhamed le empujó hacia delante y que dijo un tal Jesús cuando aún no había smartphones.

“El reino de los cielos está dentro de vosotros”