Donde los profesores aún fuman

Donde los profesores aún fuman

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Leo ‘Diarios 2015-2016’ de Juan Laporte. No he llegado a la página 27, pero hasta esa página el libro es eso, párrafos-bala, reflexiones, notas del día. Y decido que voy a plagiarle. Aunque en el primero de los párrafos Laporte explica:

“No me gusta la palabra plagiar, es muy áspera, demagoga. Prefiero ir de la mano. Vas de la mano del autor que eliges, ese que lo hace mejor que tú y con el que te identificas”

Yo voy de la mano de Ben Lerner, pero en esta madrugada:

Diarios

 

La euforia de observar el Delta de la Memoria. Recuerdos que empalman, de cerilla a cerilla. Traen el blanco y negro.

Hablo con una hermana por whatsapp. Me manda foto de unos niños a los que enseña y educa. En la foto un comedor, todos entre los cinco y los diez, ordenados, divertidos, bonitos. Niños. Con su móvil ha dibujado dos flechas sobre la imagen. En colores infantiles, apuntan: “Primera flecha se llama Manolo”, mi hermana cierra la frase con unos emoticonos que se mean de la risa. Entiendo que Manolo es divertido, de mearse. Manolito Gafotas. Pienso en llamar a un hijo Manolo.

He cenado con mi amigo belga. También con su compañera marroquí, y una amiga francesa de ésta. Me da la sensación de que la marroquí, que nació en Casablanca pero estudió y trabajó en París, se quiere más parisina, como su amiga. No lo consigue y eso es una suerte. Es sofisticada, pero es marroquí, lo son sus ganas de alegría, salvaje contraste con la francesa que cena a su lado, también con las holandesas que en otras mesas rodean, viernes de enero en Ámsterdam.

Los niños en el comedor y el niño Manolo que ríe, la marroquí alegre de la cena.

Las cerillas prenden, Delta de la Memoria.

Le digo a mi hermana que inshallah me hubieran grabado dando clases de inglés en mi verano de 18 años a una clase de 40 niños marroquíes en Errachidia.

Entonces mágicamente, andén 9 y ¾, por primera vez en una década, habrá sido decir inshallah el detonante, recuerdo.

Delta de la Memoria.

Recuerdo que una televisión marroquí me grabó dando clase. El canal era 2M, el equivalente a La 2 española. Me prometo desde mañana intentar hacerme con el video, si existe. Inshallah.

Recuerdo que grabaron mi clase, y que en algún momento me colaron a una voluntaria coreana que daba clase a los mayores para que interpretara un papel. Pretendía enseñar a los míos. Funcionó. Los míos y yo éramos una piña, éramos un club de los poetas muertos. A las 8 de la mañana sonaba el timbre que abría los estuches. Entonces, de pie sobre mi mesa, les cantaba ‘Un beso y una flor’. Gritaban, reían, intentaban cantarla, al final se la aprendieron. Después se calmaban y aprendían. A las doce flojeaban, y yo les despertaba: “¡Cantemos el himno!”. Y en aquel colegio sin puertas de Errachidia, el resto de los cursos, mayores todos, nos escuchaba hacer y también despertaba. Se levantaban en sus clases eufóricos y se unían al grito de guerra. Sus profesores, algo molestos con mis costumbres, no podían sino resignarse. Solo grabaron en mi clase.

Sigo una cuenta de Twitter que se llama ´Spectator Index´. Ponen constantemente listas, rankings, datos. Me encantan los datos. Una lista con porcentajes de población por país. Son el porcentaje que está dispuesto a luchar por su país (willing to fight for their country). Con el 94%, Marruecos es medalla de oro.

El Delta de la Memoria

En el prólogo de ‘Diarios’ encuentro una frase que me apunto para siempre. Habla del zeitgeist, otra de esas palabras que aprende uno cuando la ve vivir en ellos. La empecé a escuchar hace un mes de unos socios alemanes y ahora me acompaña inquieta.

El prólogo lo firma Miguel Ángel Hernández:

Vivir a destiempo. A contratiempo. “Sentir siempre que llego tarde”, escribe Laporte. Habitar en los márgenes del zeitgeist.