Kaixo! Y descorchamos!

Es justo reconocer que se requiere algo más que amor patrio para pasar más de diez minutos en Shanghái a las dos de la madrugada de un martes parando al noctambulo personal con la inquietante pregunta de: “Where can I buy Spanish wine NOW?” Ellos no hablan ingles. Tú no te manejas aun con el chino. Pasas a la mímica. Decides torcer la mano, acercártela a la boca mientras estiras pulgar y dedo menique, en claro gesto de “mira, estoy bebiendo!” Todavía no has aprendido que el gesto que tu creías igual de extendido que la V de Victoria, en China significa seis.

Por primera vez, y como te sabes inasequible al desaliento cuando se trata de encontrar vino, es el chino (con suerte es ella) quien se siente como Bill Murray en Lost in Translation. Y tú te ríes, porque joder, es gracioso imaginarse a un gilipollas a las dos de la mañana haciendo que se bebe el número seis.

Acabas resignándote, eligiendo entre vino francés y neo-zelandés como únicas opciones de esas tiendas que nunca cierran y te hacen preguntarte si no podrían haberse ahorrado pagar la puerta. Como es natural no tienes que meditar largo la decisión. Francés ni loco, regla fundamental, y piedra a piedra acabaremos vendiendo mas que ellos.

Al tema.

‘La Jaula de Oro’ es una recomendable película mexicana. Los críticos la catalogarían de drama, pero siempre me ha incomodado eso de etiquetar. Si fuera el que manda en el cine, Oscar por ejemplo, distinguiría solo entre ciencia ficción o ficción a secas. El espectador consideraría él solito que sentimientos le evoca cada historia.

En ‘La jaula de Oro’ tres niños guatemaltecos emprenden el clásico viaje de no retorno. Siempre serán demasiados niños mientras exista uno solo. Cargados con sus piernas como todo equipaje, despiden a sus familias, en el mejor de los casos, y fían su vida al destino o a la providencia con la firme idea de poner pie en Estados Unidos. No es el sueño Americano lo que les llama, es la violencia y el hambre lo que les echa. Es un viaje incierto, un mano a mano con la muerte en el que alquilan su alma al Diablo. Y si el diablo existe, seguramente toma la forma de esos desalmados que, en México o en Marruecos, se lucran comprando y vendiendo personas, haciendo dinero de la desesperación de los desesperados.

‘El Viaje de Kalilu’ es un breve y sencillo libro, que probablemente no cuente más de 500 palabras distintas, y quizás por ello el golpe es doble. Y es que su autor, Kalilu, de origen gambiano, escribe desde su misión cumplida, desde su residencia en España.

Afirma escribir con la idea de evitar que más compatriotas africanos se lancen a lo imposible. Un viaje que no suelen terminar nunca. En el trayecto sufren, viven, y también cometen horrores. Es un libro duro. Sienta como un puñetazo imprevisto, descoloca, sorprende. Se llora y se pasa mal. Pero animo a que lo compréis, si es que no anda ya descatalogado. Entenderéis qué hay detrás de todos esos negros que vemos en pantalla trepando vallas, comprenderéis que el alambre de espino del ministro va a ser el menor de los obstáculos que el viaje les habrá puesto delante.

Tanto en la película como en el libro se enseñan dos huídas, dos intentos de escapar de la jaula de Kalilu a la jaula de oro.

Poco podemos hacer nosotros, pero no hacemos nada de lo que podemos. No debemos sentirnos culpables. Pero si debemos saber, y sabiendo también ayudamos. Si todos nos hiciéramos una lejana idea de como es ese calvario sería más difícil poder darle la espalda.

Animo pues a ver la película, a leerse el libro, a interesarse. No todos tenemos espíritu misionero, pero muchos por suerte si lo tienen. Acnur (www.acnur.org) jamás tendrá suficientes fondos para dar esperanza a los cincuenta millones de refugiados que están huyendo. Más por ellos (http://www.masporellos.org/) siempre encontrará orfanatos a los que ir, niños a los que asegurar comida y educación. Para que no tengan que huir.

Último trago

A reveure!