Guerrera Uriel Sinai

Fotografía: Uriel Sinai

Son las horas últimas de un año. Los doce meses que he vivido sin nómina y con tiempo. Ya terminan. Lo noto hoy cuando regreso al stomerij, la lavandería, con 16 camisas necesitadas. El indio me abraza. Pensaba que ya no te gustaban mis servicios, me dice. Tenía que ajustar gastos, le cuento. Me quedo, prometo. Porque vuelvo a la rueda. Porque la novela empieza a cuajar. Llega tarde – tardará unos meses en publicarse. Tardará en comprarse la casa de Sicilia. Tardaré en vivir ocioso en esa casa de Sicilia, la misma casa con puertas al mar que imagina Camilleri para su comisario Montalbano. Tardaré otro rato en refugiarme allí del éxito como se escondía Salinger. Tardaré algo más en disfrutar ocioso como Hemingway, distinto final. Con el superventas por cuajar, yo vuelvo a la fábrica, vuelvo al hotel, falta me hace.

Son las últimas horas de un año y es momento para ponerse cheesy, o cursi, y risueño esbozar una oda al dolce far niente, pero no me apetece. No hay necesidad. Suena Guerrera (Dellafuente ft. C. Tangana), y entonces recuerdo que yo ya la he encontrado, a la mía, con su lambo y su kalashnikov, que gusta de viajar pegadita a mi vera. Mi guerrera fue entrenada para disparar fuego real. Así que ya está. No hay necesidad de volver sobre mis pasos.

Nos vamos.